8.10.08

Susana San Juan (selección)

Hace ya mucho
que no se ve una flor
ni el cielo se deshoja en estrellas;
sólo este aire que aprieta la garganta,
lento, con su paso de montaña.
Rumores corriendo por las venas
de la tierra,
una campana herida
de vez en cuando.

¿De dónde vendrá este relincho?
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Desde antes que Bartolomé muriera
siempre estás dormida;
pareces un árbol vencido,
un pedazo de luna
tendida en la cama.
Escucho tus ruidos:
nombres, lugares, palabras
que desconozco.
¿Qué tantas cosas te pueblan?
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Hasta a mí me desconoces
cuando despiertas.
Es como si tú al despertar soñaras,
por eso vuelves a dormirte
y sigues viviendo
del otro lado de ti,
del otro lado de mí,
donde no puedes oírme.
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Días enteros
me siento en estas horas
esperando que te levantes y camines,
que abras los ojos,
pero sólo escucho voces dentro de ti;
a veces
resbalando en las paredes de tu sueño
un grito que se adelgaza
hasta caer en el silencio.
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Yo sé que en este pueblo me quieren
porque me odian.
Las viudas,
las madres abandonadas,
los hijos que ellas mandaron a matarme,
menos tú
porque también me quisiste
cuando éramos niños
y poníamos papalotes
en las manos del viento.
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En aquel tiempo el aire
también era un niño,
jugaba con nosotros.
Se enredaba en los brazos
de los árboles,
reventaba la forma de las nubes.
Corría con nosotros de la mano del viento.
Yo muchas veces me enojé
cuando pasaba sus dedos
por entre tus cabellos.
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No lo conozco sino por tus ojos,
y cuando hablas sola.
He pensado su rostro en sueños.
Lo he visto arrancando arbustos,
quebrando piedras, levantando el polvo
de los caminos,
como un enorme puño
pero de agua.
¿Por qué te gusta tanto?
Háblame del mar, Susana.
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Copyright © 2008. Máximo Cerdio. Queda prohibida la reproducción total o parcial de la presente obra bajo cualquier forma, ya sea electrónica o mecánica, sin el consentimiento previo y por escrito del autor.

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